Noche de bruma en el Londres de 1880, en un callejón oscuro en mitad del barrio de Hampstead, un barrio donde abundan laverínticos pasajes entre edificios georgianos, yacía el cuerpo con extraños cortes de una joven pelirroja de no más de dieciséis años. Según fuentes policiales este hecho pudo ser un ajuste de cuentas o un asesinato a sangre fría. Se descartó el hecho de que fuera prostituta, ya que en ese barrio solo vivían aristócratas en época estival. Más tarde se supo que tampoco pudo ser un ajuste de cuentas, puesto que la cría no estaba metida en ningún berenjenal y sus padres estaban bastante bien acomodados como para deber dinero a alguien.
Un policía llamado Mc. Merrin fue el encargado de llevar a cabo la investigación del asesinato de la joven. Éste policía era uno de los mas veteranos del cuerpo y además uno de los hombres mas odiados de la ciudad, ya que encarcelaba tanto a pobres como a ricos. Provenía de una familia inmigrante galesa, por eso le decían “el Puerro”. Era muy alto y robusto, tenía los ojos grandes, el cabello duro, rojo y rizado. Era lo mas parecido a un ogro que vio el planeta sobre la tierra. A pesar de su aspecto, Mc. Merrin era una persona muy agradable cuando no estaba borracho, que eran tres horas por la mañana cuando iba a comisaría. En cierto modo era querido por sus compañeros puesto que cumplía su trabajo con formalidad.
Llegó Mc. Merrin a comisaría la mañana siguiente del asesinato de la joven y lo primero que dijo fue:
-Te lo dije jefe, no tendríamos que haber soltado a Redskill, sabes tan bien como yo que ese bastardo nunca dejará de abusar de las crías ¡Maldito sea!
-No creas eso Merrin, me he informado de dónde estuvo anoche y tiene una coartada. Me ha dicho una puta que le vio por Censal Rise acompañado de otra de su clase.
Contestó el jefe de policía.
-Está bien si esa lo dice me lo creo. En realidad las putas por dinero hacen lo que sea necesario, pero en casos críticos son buenas. Y más siendo el bastardo ese conocido por todos como un violador de niñas.
Replicó Mc. Merrin.
Aquella misma tarde Mc. Merrin se fué de bares como siempre, una costumbre que tenía innata, ya que su padre regentó una taberna hasta que le desahuciaron y condenaron a muerte por ejercer juegos ilegales dentro de ella. No sólo le servía la taberna como forma de diversión, sino que también allí se informaba sobre sus casos. Porque ya se sabe que tanto un niño como un borracho nunca mienten, y mas si está preguntándole una bestia policial como Mc. Merrin. Allí se enteró de que había llegado un nuevo personaje a la ciudad.
Según decían venía de Europa, le dijeron que era un tipo aún mas horrible en aspecto que el propio Mc. Merrin., según le iban describiendo a aquél personaje, él iba sintiendo cada vez mas un agudo hilo de frío que le corría por la espalda, como si le estuvieran mencionando al mismísimo diablo.
Aquella misma noche Mc. Merrin fue a dar un paseo por Censal Rise, allí se juntaba toda las chusma y todos los extranjeros de la ciudad, a ver si daba con el tipo que le habían descrito.
Iba por un oscuro callejón de camino a un burdel cuando escuchó un ruido, era casi como un susurro, pero enmudeció al instante, el sonido se parecía a cuando una cuchilla es desenvainada. El pensó que aquello solo era producto del viento o del vino y siguió caminando y a la vez escudriñando con sus ojos las paredes que cada vez le parecían mas cercanas. Hasta que volvió a escuchar el mismo sonido, solo que esta vez se escuchó mas cerca. Mc. Merrin se volvió de repente y sólo vio oscuridad. Siguió andando por el callejón a paso más rápido y salió a una plaza en la que no había nadie, cosa rara porque allí se reunían muchas furcias en busca de clientela.
De repente se encontró allí, en medio de la plaza, sin percibir ningún sonido, con la luna escondida detrás de las nubes espesas y con una niebla que cada vez se hacía más densa y que casi se podía masticar. Una niebla que podía ahogar las luces de los faroles y hacer que ni se vieran, una niebla que parecía estar dominada por un ser extraterrenal. El silencio y la niebla resultaron dominadores de los sentidos de Mc. Merrin, nunca se había encontrado así, nunca había percibido el miedo dentro de sí. Ahora su vista y su oído no existían, sólo le quedaba encontrarse con algo en su camino para poder tocarlo.
Mc. Merrin se sentía como un perro recién nacido, se sentía frágil. Era la primera vez que se sentía acobardado. De repente creyó vislumbrar una sombra aparecer y desaparecer en un instante, desde su izquierda hacia atrás. Él intentó seguir la sombra con las vista pero le fue inútil, desapareció en la niebla. Justo cuando volvió a mirar hacia delante vio a menos de medio metro como una silueta negra estaba parada de frente a él y pegó un grito de horror:
- ¡Ahrrg! ¿Quién eres? ¡Me has dado un susto de muerte!
-Soy el Príncipe de las Sombras.
Dijo el ser. Dijo esto de una manera tan tenebrosa y oscura que hasta a el mismo Mc. Merrin se le escapó una gota de orina.
-Ehh…. ¿De dónde vienes?
Intentó balbucear el policía.
-No soy de este mundo, vengo en busca de almas jóvenes para llevarlas al mío.
Afirmó la criatura, mientras Mc. Merrin luchaba por mantenerse en pie.
-Pues no… no te lo voy a permitir.
Mc. Merrin descubrió su tartamudez.
-No puedes hacer nada.
La sombra desapareció en la niebla mientras que Mc. Merrin todavía intentaba descubrir cómo era aquél ser al que tanto había temido durante los que serían los treinta segundos mas largos de su vida. Cuando una vez se hubo rehecho intentó buscar las paredes que limitaban la plaza, extendió los brazos para así tocar antes la pared y avanzó hacia delante.
Cuando llevaba menos de un minuto caminando sintió cómo un frío le recorría los huesos de punta a punta, y lo que antes era niebla se estaba convirtiendo en un humo rojo, con el color intenso de la sangre y que cada vez se hacía mas difícil respirar. Intentó agarrarse a un farolillo que pudo encontrar mientras intentaba caminar hacia algún lado, pero le fue inútil, estaba asfixiándose.
Mc. Merrin fue encontrado a la mañana siguiente por una prostituta que venía de hacer la calle, lo encontró con una mueca tan horrible que hasta la misma puta pegó un salto de horror. No porque fuera un muerto, sino por la expresión con la que Mc. Merrin murió. Nunca se volvió a hablar de aquél incidente, la policía no quiso hacerse cargo de la investigación y el caso cayó en el olvido.
Javier Espín Megias